Pues aprovechando que es mi día libre, hago un copy paste, de uno de mis relatos favoritos, ya que hoy es día de San Jordi. El cuento pertenece a una recopilación que hizo el genial Jorge Bucay.

...Y sucedió que un día en las puertas del cielo, se juntaron algunos cientos de almas, que eran las que anidaban en los hombres y mujeres que habían muerto ese día... San Pedro, supuesto guardián de las puertas de entrada al paraíso, ordenaba el tráfico: Por indicación del "Jefe" vamos a formar tres grandes grupos de huéspedes, a partir del cumplimiento de los diez mandamientos. El primer grupo, con aquellos que no hayan cumplido todos los mandamientos por lo menos una vez. El segundo grupo, con aquellos que hayan violado por lo menos uno de los mandamientos alguna vez. Y el último grupo, que suponemos el más numeroso, compuesto por aquellos que cumplieron los diez mandamientos.

- Bien –siguió San Pedro—. Los que hayan cumplido todos los mandamientos, muévanse a la derecha

Más de la mitad de las almas se corrieron a la derecha.

- Ahora –proclamó—, de los que quedan, aquellos que hayan violado alguno de los mandamientos, váyanse hacia la izquierda.

Todas las almas que quedaban se desplazaron a la izquierda... Casi todas... De hecho, todas menos una. Quedó en el centro el alma que había sido de un buen hombre, que vivió toda su vida en el camino de los buenos sentimientos  y de las buenas acciones. San Pedro se sorprendió, solamente un alma quedaba en el grupo de las mejores almas. De inmediato, llamó a Dios para notificarlo.

- Mira, el asunto es así: si seguimos el plan original ese pobre tipo que quedó en el centro, en lugar de beneficiarse por su beatitud, se va a aburrir como una ostra en la soledad más extrema. Me parece que debemos hacer algo al respecto.

Dios se paró frente al grupo y les dijo:

- Aquellos que se arrepientan ahora serán perdonados y sus faltas olvidadas. Los que se arrepientan pueden volver a reunirse en el centro, con las almas puras e inmaculadas.

Poco a poco, todos empezaron a moverse hacia el centro.

- ¡Alto! ¡Injusticia! ¡Traición! -se escuchó una voz. Era la voz del que no había pecado. - ¡Así no vale! ¡Si hubieran avisado que iban a perdonar, yo no me hubiese fastidiado la vida!...

 

Os dejo con la tira.

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