El día 20 de junio de 2014 a las 8:10 me encontraba en mi casa, ansioso por descubrir un, mejor dicho, seis nuevos mundos. Mi padre, a desgana, me daba el dinero para poder subsistir durante un día en aquél templo de la diversión y mi madre, ansiosa, comprobaba que no me dejara ni tan solo la dignidad. Unos minutos más tarde ya estaba en la puerta de mi Instituto, esperando con mi grupo de amigos a el autocar que no llegaba nunca. Minutos más tarde nos dirigíamos a PortAventura. Mi estado mental era extremadamente confuso. Nunca había ido a un parque temático en mis doce años de existencia. Mis padres nunca habían estado en uno y mi hermano solo fue una vez a este mismo con el colegio también. Ni tan solo me había molestado en entrar a internet para curiosear un poco acerca de el parque, eso explica que en ese momento yo pensara que Huracan Condor era una montaña rusa…
Durante los días predecesores había mostrado suma valentía hacia el subirme a esas colosales estructuras de acero, aunque cuando en una bajada de la autopista se empezaron a divisar Shambala y Huracan y empecé a mostrar reticencia hacia estos. El automóvil resultó invadido por los gritos de adolescentes de primero y tercero de la ESO, al por fin ver lo que les esperaba a todos ellos. Media hora después nos encontramos en una misteriosa plaza con una fuente en medio. Ahí la profesora de catalán nos dijo: -Au, ja podeu escampar la boira-. A partir de ese momento empezó la locura. Corrimos con nuestros billetes hacia la entrada de el parque como si una manada de feroces leones nos atacara y una vez a salvo, entramos. Recuerdo los globos del 15 aniversario presentes en el techo y un callejón no muy amplio que, tras una ligera curva, me hizo contemplar la inmensidad de la mediterránea.
Atisbé todos los detalles de ese espacio. Fuimos andando hasta la entrada de Furius Baco. Yo bromeaba acerca de que era una atracción con poca altura y que parecía ligera hasta que el veloz tren que transportaba los vinos de la masía del Cal Ventura atravesó por encima de mi cuerpo las vías azules que soportaban ese gigante. Teníamos planeado empezar por el far west, pero un número lo cambió todo. Un numero cinco, cinco minutos de cola en el Dragon Khan. En comparación con las tres horas de cola del transportador de vino era un chollazo. Mis compañeros me dijeron que estábamos a tres minutos del Dragón, aunque eran tres minutos corriendo sin cesar i sin poder parar en el servicio, cosa que algunos necesitábamos urgentemente.
Una vez llegamos a la china alta, atravesando así la polinesia y la parte baja de la china, nos pusimos frente a la entrada del pedazo de metal. Hasta que pasó un rato no nos dimos cuenta de que no solo haríamos cinco minutos de cola. Estábamos en la recta final de el zigzag contorneado por las barandillas azules al cabo de unos tres cuartos de hora. Repito que nunca había rideado ninguna coaster antes. Me senté y me acomodé junto a mis amigos y el tren despegó.
Subimos el lift con gritos cargados de adrenalina. Nunca había estado tan contento, aunque no percibía ningún miedo, ni tan sólo la más mínima impresión. Una vez llegados al pre-drop me dispuse a levantar las manos: tres, dos, uno… Tenía los ojos cerrados. No estaba preparado para todo eso ya que la fuerza de todos los loopings e inversiones golpeaba mi cabeza continuamente contra mi respaldo y no se como mi rodilla. Me acuerdo aún que en se momento solo pensaba en cagarme en todos los muertos y todos los vivos de mis amigos, llevándome a ese volatilizador de cuerpos. Ni tan solo el descanso del MCBR me valió para aliviar mi odio temporal hacia ellos.
Cuando el tren, finalmente, se detuvo ya cerca de la estación solo pude soltar estas palabras: -Mecagon la puta nen, això és la hòstia!!-. La sensación de magia que recorría mis venas era incomparablemente superior a la de angustia que sentí durante el recorrido, joder… Nos dirigimos a la salida. No dudé en comprar el photo-ride. Ni tan solo se me veía la cara a mi, pero, era mi primer viaje y, menudo viaje!
Después de eso fuimos en un tranquilo paseo hacia nuestra próxima víctima, que estaba a punto de abrir. El far west quedaba lejos pero era agradable todo el camino. Cuando llegamos a la entrada vi un gran cartel que titulaba: Stampida. Un largo duelo nos esperaba. Nos dirigimos por el carril rojo. Atravesamos las rampas que actuaban como colas y en medio de pintadas con bonitos mensajes como ''sexo horal'' o, casualmente, el nombre de el pueblo donde veraneo, con la friolera de 3 habitantes ''Visalibons''. Ya sentados estábamos cuando al empleado le dije que abriera mi arnés. No me sentía bien, la atracción anterior me había matado todos los músculos, y viendo el carácter de esa nueva odisea, no creía que el éxodo fuera a mejorar mi estado de salud.
Me quedé en la salida observando como mis compañeros disfrutaban el trayecto. Ganó el rojo. Una vez ellos salieron del tren nos fuimos hacia los autos de choque. Madre mía que bien que lo pasé! Aún ser una estructura más pequeña, con menos sensaciones como Dragon Khan, la disfruté mucho más. Era tan divertido estar con tus amigos dándote a hóstias sin temer al daño!
A continuación, nos fuimos a los troncos, aunque debido a el exceso de colas, nos tuvimos que retirar para ir a la hora adecuada a la cantina, puesto donde nos habían citado a comer. Entramos en el gigantesco comedor mejicano y nos apresuramos a recoger el menú escolar y sentarnos. Teníamos un hambre que ni el diablo podía curar, aunque después de ese suculento festín nos sentimos reconfortados. Algunos se quedaron allí charlando mientras yo y otro amigo nos fuimos a hacer la digestión a la serpiente emplumada. Fue un buen paseo para nuestro equilibrio, seriamente afectado al salir de ese mareador de inmareables.
Allí nos encontramos con otros compañeros de otro curso, y en lugar de ir con nuestro grupo, terminamos con separarnos. Con ellos fuimos paseando hasta dar con los rápidos y aunque las dos horas de cola se hacían un poco excesivas, tuvimos un punto de suerte. En el puente final de la cola se vislumbraban unas compañeras de clase. Entre empujones y guiris enfadados nos atravesamos toda la cola en no más de cinco minutos y llegamos en un periquete a montarnos en los donuts. Atravesamos el cañón un grupo de siete personas, suficiente para pasarlo de puta madre y hasta compramos la fotografía, que nosotros mismos podríamos haber hecho.
Yo ya estaba saturado de emociones. Nos separamos y yo me fui solo con las amigas a los troncos. De una vez por todas pude montarme y después de largas esperas, conseguimos subir a la que creo yo que más disfruté. Dimos paseos hasta la china, vimos el Music Generation y cuando ya tenia un pie fuera del parque por la necesidad de irnos, el antiguo compañero de la Serpiente Emplumada y otro más nos propusieron de ir al Sea Odyssey. Atravesamos la zona de pre-show inmediatamente, ya que paradójicamente no había cola, y entramos en una fila de platea. Nos bajaron los arneses y disfruté de una de las peores experiencias de mi vida.
Encontré realmente que ere una atracción mareante. Puede que se deba a mi debilidad hacia este pero me hizo pasa una mala vuelta en autocar. Como algunas personas se quedaron en el resort porqué tenían casa en la playa, la mayoría del autocar iba vacío y me pude permitir el lujo de ocupar dos asientos para darme la oportunidad de atravesar una larga siesta que me permitió recuperar el aliento.
No creo que vaya a olvidar ningún detalle de ese día y creo que me marcó. Es por eso que he querido compartir mi experiencia con vosotros. Me sentía en deuda con vosotros por la cantidad de posts que he leído a partir de la mañana siguiente a ese día y para empezar a saldar este déficit he querido escribir mi historia particular. Gracias por vuestra atención!