Muchos son los parques que contienen una zona dedicada al Lejano Oeste, a los bandidos y a los pueblos mineros. Sin embargo, no todos son capaces de meterte en la historia que pretenden contar. Hoy toca hablar de una que sí lo hizo, Frontierland. Nos quedamos con la intriga de qué era esa gran montaña que se veía al horizonte. Mientras nos acercamos, podemos distinguir otra cosa detrás de ella. Está encima de un pequeño turón, ¿pero qué es? Parece ser una especie de edificio viejo con el tejado negro. ¿Deberíamos entrar?

Para acceder a nuestro destino, primero tenemos que pasar por el Fort Comstock. También llamada Legends of the Wild West. Se trata del penúltimo de los pasajes sin colas del parque. No es tan especial como los demás, pero es entretenido. Básicamente das la vuelta al edificio de entrada al área. Entras por una torre, subes, das al vuelta (con unas vistas geniales, todo hay que decirlo) y bajas por otra torre. Simple pero efectivo. Sinceramente, este sería el único pasaje que al que no entraría si tuviera poco tiempo. Pero de detalles y tematización no escasea, claro. Destacar la presencia de una figura que te asusta al salir si no estás atento.

Continuamos y llegamos a la plaza de Thunder Mesa. Aquí podemos elegir entre seguir por la derecha, por la izquierda... o tirarse al lago. Iremos por la derecha. La sección pueblerina de Frontierland, aparte de ser preciosa, está repleta de tiendas, restaurantes y puestos de comida rápida. Cerca de allí nos encontramos una atracción un tanto curiosa en la orilla del agua. Se trata de Rustler Roundup Shootin' Gallery, o lo que es lo mismo, una galería de disparo. Tenía buena pinta, pero al ser de pago y como no teníamos mucho tiempo, pasamos de largo.

Cada vez nos acercamos más a un gran edificio de aspecto minero. Efectivamente, se trata de Big Thunder Mountain. Pero ya hablaremos de ella después. Seguimos y nos adentramos en la que para mí es la zona olvidada de Disneyland. Todo lo que compone la Cottonwood Creek Ranch está siempre muy poco transitado. Pero antes, nos desviamos a la izquierda en un pequeño apéndice. Vemos Pueblo Trading Post (una tienda), y River Rogue Keelboats. Me la encontré cerrada, en reformas. Son unas pequeñas barcas con las que das un paseo por el lago. En fin, otra vez será. Al final del apéndice hay el Pocahontas Indian Village, una zona de juegos infantil. Al estar en medio del bosque, el resultado final es muy agradable. Yo fui allí exclusivamente para hacer fotos al lago. A lo lejos, pude fotografiar una cabaña que distrae a los que hacen paseo en barco. Pude ver la Wilderness Island y la imponente Big Thunder Mountain desde un ángulo distinto.

Volviendo a la zona olvidada de Frontierland, encontramos tres atracciones. La estación del tren, Woody's Roundup Village (una zona de encuentro con personajes) y The Chaparral Theater. De este último diría que no tenía ningún espectáculo en mis días de visita. Realmente no había casi nadie por ahí. Se nota que en esos terrenos hubo el proyecto de construir la famosa Splash Mountain, pero que al final no se hizo. Hay artworks y planos circulando por la red, por si alguien quiere ver la obra maestra que podría haberse hecho realidad. Aunque con la meteorología de París no me extraña. En fin, cosas del mundillo.

Ahora que la parte menos interesante de la zona ya está analizada, pasamos a las tres atracciones que nos quedan. La primera, Thunder Mesa Riverboat Landing. Me quedé con muchas ganas de montar en una de las enormes embarcaciones y dar un paseo alrededor de la isla de Big Thunder Mountain. Había poco tiempo y no pudo ser.

Y ahora sí, ha llegado el momento de hablar sobre la gran montaña que vimos desde la ya lejana Adventureland. Lo más sorprendente es que se encuentra en una isla, totalmente rodeada de agua. Y es que Big Thunder Mountain tiene un as en la manga para conseguir este efecto: túneles largos y oscuros que nos llevan desde la estación hasta la isla. La montaña artificial es una obra maestra de la mano de los Imagineers del parque.

Ahora quiero que miréis bien una imagen de la estación en la que aparece una vía. Buscad y lo veréis. Esa señal... ¿Qué será lo que estará prohibido? Vostros elegís:

a. Prohibido dejar de tener gravedad

b. Prohibido andar invertido

c. Prohibido hacer el pino

d. Prohibido usar cola para pegarte al techo

Durante nuestra visita sólo montamos en una ocasión, dado que no bajó de los 100 minutos de cola y que el Fast-Pass se acabó a las cinco de la tarde (y el parque cerraba a las once de la noche). Aún con Fast-Pass hicimos quince minutos de espera. Esta espera me dio tiempo suficiente para observar los alrededores de la estación, los infinitos detalles made in Disney y la conocida sección de la vía que cambia de posición. Esto es debido a la estación doble que tiene la coaster (igual que Space Mountain: Mission 2) y que permite incrementar la capacidad, de por sí buena. Me encantan las vistas al lago y la montaña. Un poco antes de lo esperado llegó el momento de probar su experiencia. Ya montados en los típicos trenes mineros, sentí que una gran aventura me esperaba tras el oscuro túnel que nos llevaría a las entrañas de la montaña. El tren se puso en marcha y rápidamente cayó en la sorda oscuridad, sólo combatida por el sonido del mismo y los gritos de los pasajeros asustados. Hay luz al final del túnel...

Un sonido horrible se oye al encajar el lift. ¿Se derrumba la mina? ¡No! Es el ruido de los lifts de Vekoma, que ya había soportado antes (¡hola Muntanya Russa!). Pocos segundos después llegamos a la cima y a la luz. Encajamos una curva y empieza la diversión. El recorrido son básicamente curvas, mini-drops y lifts. Un recorrido absolutamente familiar combinado con un theming excelente que la convierte en muy interesante. Y es que también hay detalles que ver durante el recorrido. Me gustó el momento de la caída al lago con splash artificial y el pre-show en el último lift de la isla. En fin, una coaster muy divertida, pero familiar. Las colas que tiene están merecidas, porque la calidad temática es abrumadora. Nunca había visto tanto trabajo en tematizar una montaña rusa. Además de cuidar la estética exterior y poder ofrecer un recorrido correcto. En este aspecto es brutal. Aún así, no entra en mi Top 10. Aproveché la salida de la coaster para hacer unas últimas fotos a la montaña e intentar captar la majestuosidad de Big Thunder Mountain.

Ya salidos de esta aventura, fuimos hasta Boot Hill para ver los géiseres, a los que les tenía ganas. Por sorpresa para nosotros, estaban desconectados. Por el aspecto que tenían, hacía mucho tiempo que no funcionaban. La verdad es que durante mi visita me encontré con varias fuentes y efectos sin funcionar. Lo que me pareció una lástima, ya que se pierde la magia del lugar. Supongo que este es uno de los estragos del estado actual del resort.

Empezaba a anochecer en Frontierland. Las luces se encendían e iluminaban las calles y edificios del pueblo. Pero la vieja mansión del pequeño turón no lo hacía. Sus lámparas desprendían una luz tenue que sólo permitía ver dónde estabas. Se fue transformando en la oscuridad hasta adquirir un leve toque azul. Si de día la visión de la fachada ya era espeluznante, de noche lo era aún más. Ver la mansión desde lo lejos, tan enigmática y misteriosa, me apasionó. Los exteriores de la casa son preciosos y muy trabajados. La entrada, las esculturas, las paredes de piedra... impresionante. El paisajismo aquí es arte y magia. Entonces, una leve llovizna nos invitó a adentrarnos en Phantom Manor.

Tengo que decir que montamos por primera vez durante el día, pero igualmente nos dejamos llevar por el ambiente. Y por supuesto, repetimos de noche. A partir de aquí todo es spoiler, así que quien no quiera saber lo que precede en el interior de Phantom Manor, ya sabe lo que tiene que hacer. Una vez más, los Cast Members nos sorprendieron. Cuando cae la noche, se comportan de forma distinta. Mucho más silenciosos y con miradas que se te clavan en la piel. Tras pasar las colas, se nos conduce al techo de la entrada a la mansión, desde donde podemos observar Big Thunder Mountain y gran parte del área. Pero es hora de entrar. Hay que decirle adiós al mundo exterior para adentrarse en el mundo de los muertos. Entramos en una sala, donde fuimos advertidos. Una vez pasados a la siguiente sala, ya no se podía salir. Se cerraron las puertas y se apagaron las luces. El suelo temblaba y el techo subía. ¿O éramos nosotros que estábamos bajando? El sonido de la tormenta entraba por nuestras orejas tal que no podíamos temblar. De golpe, todo se detuvo y se hizo la oscuridad absoluta.

Los segundos eran interminables. ¿Qué pasaría después? El silencio reinaba. Entonces, las puertas se volvieron a abrir, dejando paso a los seres vivientes, nosotros. Un estrecho pasillo con cuadros cambiantes nos condujo hasta el hall de la mansión. La enorme y oscura sala estaba repleta de detalles fantasmagóricos y misteriosos. Se sentía en el ambiente el miedo de los más pequeños. Los vivientes subían de dos en dos en unos asientos muy extraños que no dejaban de moverse. Llegó nuestro turno. Una vez sentados, sólo podíamos ver lo que teníamos delante y no dejábamos de avanzar hacia el resto de la mansión. Puertas con pomos moviéndose, relojes trastornados, pasadizos vacíos, cuadros negros, y una mujer de blanco sola. Llorando bajo el velo de su boda. Era el momento de conocer su historia. Seguimos avanzando durante varios metros más, hasta llegar a una gran sala. Había una mesa alargada con comida y al otro extremo, unos misteriosos fantasmas bailando. Nos detuvimos allí durante un largo momento. No había nadie más, todo lo demás estaba muerto, pero vivo.

Arrancamos de nuevo, y fuimos conducidos por el desarrollo de la historia de la mujer solitaria. Prefiero mantener el resto de ella en misterio. Todo era oscuro excepto esa mujer y las cuatro cabezas cantantes. Seguimos avanzando. De repente, notamos como empezábamos a descender bajo tierra, bajo la mansión. Ahí nos esperaban las tumbas abiertas con sus esqueletos y cadáveres en descomposición. Nuestro asiento no dejaba de girar sobre sí mismo, como si estuviera poseído. Entonces, entramos en el pasado de Frontierland, donde los antepasados muertos nos provocaban y nos incitaban a unirnos a ellos. Era un pueblo fantasma. Temías por tu vida cada vez que uno de ellos se te acercaba. Pero conseguimos alejarnos y superar nuestros temores. Tras varios metros más de oscuridad y misterio, un cartel con letras fluorescentes nos daba la bienvenida de nuevo al mundo de los vivos. Así concluía nuestra terrible experiencia en la vieja mansión del oeste. Salimos por la parte trasera del edificio, y nos dimos cuenta de que estábamos en el cementerio del pueblo. La noche, la niebla y la lluvia nos condujeron entre las lápidas de los muertos que habíamos visto hasta la salida de Phantom Manor.

Ya podéis volver a respirar tranquilos, este viaje por el mundo de los muertos ha acabado. Me pareció una atracción genial, con un ambiente y tematización sublime. A parte de esto, debo deciros que no es más que una dark ride con un pre-show. No es una atracción de miedo, es familiar. Es posible que os haya subido las expectativas con mi forma de relatar, pero la atracción no es para tanto. Os lo digo para que no es llevéis una decepción. Phantom Manor es genial, sin duda. No me cansaría de repetir y de buscar sus detalles (los nombres de las lápidas, por ejemplo). Pasó a ser una de mis atracciones favoritas del parque. Magnífica y espeluznante.

Y con esto doy por acabada la review de Frontierland. Me he alargado otra vez... Pero al menos espero que sea de lectura fluida y no se os haya hecho muy larga. El área es muy bonita, con un theming muy bueno y con atracciones muy diferentes. La vegetación y el paisajismo juegan papeles importantes, y esto me gusta. Echo en falta otra atracción destacable, eso sí. Frontierland es muy especial. Ahora que ha llegado la noche y andamos en busca de luz, nos toca experimentar la última zona que queda. Dejamos el pasado para visionar el futuro. Siguiente destino: Discoveryland.

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